Esta es una de las frases que más escucho últimamente en mis sesiones y charlas. Muchas personas se sienten abrumadas por la cantidad de cambios que perciben.
Esto me ha llevado a reflexionar por aquí sobre algunas cuestiones que tienen que ver con este tema, para ver si puedo aportar un granito de arena para que no solo sobrevivamos en los cambios, sino también los abracemos y evolucionemos en ellos -y con ellos- y los vivamos con menos estrés.
Los cambios son parte de la vida y necesarios. No hay nada por muy bueno que parezca que podría mantenerse siempre de la misma manera. Lo que ocurre ahora, es que la tecnología marca un ritmo de cambios en nuestras organizaciones y en nuestras vidas mucho más rápido que antes.
Pero es importante observar cómo me relaciono con los cambios y qué consecuencias tiene esa relación en mi vida, en mi día a día.
En este sentido, observar cómo me cuento lo que me está pasando, me va a dar mucha información. Si ante un cambio, empiezo a pensar “que va a ser un problema en mi vida” será muy diferente, así lo vivo – y me lo cuento- desde otro lugar.

ELEMENTOS QUE INFLUYEN AL REALIZAR CAMBIOS
Otro factor que puede marcar mucha diferencia en esa relación es el conocer los elementos que nos influyen a la hora de hacer cambios y de cómo los vivimos:
- En todo cambio hay pérdidas y beneficios. Cuando nos viene algo nuevo, en muchas ocasiones, nuestra atención se va a lo que vamos a perder, por ejemplo “voy a tener que perder tiempo en aprender de esto”. Sin ser conscientes de los beneficios que ese cambio nos puede traer. Algo que podemos hacer es llevar activamente nuestra atención a esos beneficios. Algunos los experimentaremos y otros tendremos que hacer por experimentarlos.
- Si conectas con los valores para hacer el cambio, el cambio es mucho más efectivo. ¿Sabes que me ayudó de manera significativa a dejar de fumar hace muchos años? Conectar con uno de mis principales valores “la libertad”. Cuando empecé a sentir que fumar me robaba esa libertad, tomar la decisión fue mucho más fácil.
- Comprender las razones de ese cambio. Una de las principales dificultades con las que me encuentro en las organizaciones con las que trabajo es que no le dan la suficiente importancia a comunicar los cambios. Y hablo de comunicarlos de forma consciente, con el detalle que se merecen: preparando esas comunicaciones, contando el porqué de esos cambios y sus beneficios, eligiendo el canal adecuado para cada momento, escuchando las inquietudes de las personas, y dándole el tiempo y la dedicación que este punto requiere.
- Identificar los frenos y resistencias al cambio. No quedarte en lo superficial y simplemente decir “me resisto al cambio o se resisten al cambio”. Si no, ir más allá e investigar que hay debajo de esas resistencias. Hace poco trabajaba con un equipo que no utilizaba una determinada herramienta o no lo hacía con la frecuencia que se esperaba por parte de la dirección. Investigando, descubrimos que había algunas personas que no utilizaban esa herramienta por miedo a perder su trabajo. “Si esta herramienta hace mi trabajo, qué voy a hacer yo”. Si conoces ese miedo, será más fácil que puedas acompañar a su transformación.
- Otra de las resistencias que me encuentro a menudo es que la mayoría de las personas no se llevan demasiado bien con “el no saber”. En el cambio, hay novedad, y es probable que tengamos que aprender en esa novedad. Otro equipo con el que trabajaba recientemente, me encontré algunas personas que no usaban determinado proceso porque no sabían como hacerlo. Y no decían que no sabían usarlo. Muchas veces conectamos nuestra valía como profesionales -y como personas- con lo que sabemos. Cuando tenemos que aprender algo nuevo, nos sentimos inseguros. Una herramienta muy útil en estos momentos es conectar nuestra valía con lo que somos capaces de aprender. Habilidad, que además, es muy necesaria en momentos de cambio.
- Gestionar nuestras emociones, especialmente la frustración y el miedo al fracaso. En lo nuevo, hay cabida para la equivocación y esto la mayoría de los seres humanos no lo llevamos demasiado bien. El cambio a menudo trae incertidumbre, y el cerebro humano no se siente cómodo con lo desconocido. Para compensar, busca patrones y trata de hacer predicciones basadas en experiencias pasadas. En este sentido, es importante aprender a auto-liderarnos (elegir qué pensamientos tenemos en cada momento) y entender la función de las emociones. La frustración es una emoción que aparece cuando tenemos una expectativa de algo y recibimos, o percibimos de la realidad una experiencia diferente. Es probable que en los cambios, tengamos que ajustar nuestras expectativas: si es algo nuevo, tal vez no nos salga como esperamos a la primera, necesitaré un proceso de aprendizaje.
¿Cómo podemos vivir los cambios con menor estrés?
Además, de lo que he comentado anteriormente, para mí hay algo importante que puedes empezar a hacer: cambiar activamente tu percepción del cambio: ¿Y si en lugar de estresante, empezarás a vivir los cambios como parte de la vida, como procesos creativos de aprendizaje y desarrollo?
Tal vez ahora mismo esta propuesta te suene muy alejada. Pero recuerda, todo depende de dónde ponga mi foco de atención.
Si estáis en proceso de cambio en tu organización y quieres que exploremos juntos cómo gestionarlos y aprender abrazarlos, hablamos.